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Lo que uno está dispuesto a dar [ESPAÑOL]


dangerdanger

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Dredliftter, 
Did you see his comment that this story is inspired by YOUR stories?  What a compliment!

 

I am enjoying this story!  Thank you, dangerdamger!


Mdlftr

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On 4/5/2021 at 6:53 PM, Mdlftr said:

Dredliftter, 
Did you see his comment that this story is inspired by YOUR stories? What a compliment!

I did not!  Where??  Was it lost in the google translation?  Lol. 

That's awesome.  Love his work.

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III — Un sueño…


Cuando me desperté al día siguiente apenas podía moverme. Me sentía un viejo de 90 años que apenas podía levantar un brazo. Después de desayunar, volví a la cama y me quedé dormido. Soñé esto:
Tocaba el timbre en un departamento y esperaba a que me vinieran abrir. Nico salía del ascensor, ya de lejos me daba cuenta de que estaba mucho más grande que la última vez que nos habiamos visto. Caminaba de una forma muy masculina, moviendo su inmenso cuerpo como si pesara cien kilos.
—¡Boludo, me hiciste mierda! ¡Me duele todo el cuerpo! —le decía yo ni bien salía.
Él sonreía y abría los brazos para darme un abrazo y apretarme contra su cuerpo enorme y musculoso. Podía sentir el tamaño descomunal de sus pectorales contra mi cuerpo mucho más y sus enormes biceps creciendo mientras me apretaba contra él.
—Chabon, estás enorme —le decía yo y le apretaba el brazo. 
Él lo flexionaba y se inflaba hasta ser mas grande que mi pierna. Después subíamos al ascensor.
—Boludo, no puedo creer lo groso que estás, mirá el pecho que tenés. Y los hombros, parecés una montaña —le decía yo mientras lo tocaba.
Nico parecía disfrutar de mis comentarios y flexionaba cada músculo para que yo sintiera lo enorme que se había vuelto. Cuando entramos a su departamento me acequé a él y puse mis manos en su cintura.
—Boludo, estás gigante. No puedo creer todo lo que creciste —le decía mientras subía mis manos tocando todo su cuerpo para sacarle la remera.
Pude sentir todos sus musculos duros y perfectos.
Cuando se quedó en cueros Nico levantó sus brazos en una pose perfecta de dobles biceps y ambos mirarmos sus músculos inflarse.
—Uf, boludo, mirate lo que sos. Estás hecho un toro —le decía mientras le tocaba los brazos.
—No sabés la fuerza que tengo.
—Me imagino… Mirá el pecho enorme que sacaste. ¡El macho que te volviste! Mirate los tubos que pegaste, no puedo creer el tamaño de tus músculos. Me vuelvo loco solo de mirarte. Estás re fuerte.
—¿Te gusta que esté tan musculoso...? —me dijo mientras caminaba hacia mí y con su cuerpo me apretaba contra la pared.
Apoyé mis manos en sus pectorales que ocupaban todo mi campo de visión.
—Me encanta que seas un macho agresivo. Con ese cuerpo seguro podés hacer lo que quieras.
Nico me puso las manos en la cintura y me sacó la remera. Mi cuerpo junto al suyo parecía todavía más flacucho y fuera de forma.
—No sabés la fuerza que tengo —dijo mientras flexionaba su pecho y levantaba los brazos para flexionar sus biceps—. Mi novia dice que soy Superman. Que cuando me la cojo puede sentir todo mi cuerpo duro como piedra y cuando la levanto con mi brazos siente que no pesa nada.
—¿Podés levantarme a mí?
—¿Me estás jodiendo? Mira el lomo que tengo, obvio que te puedo levantar —dijo mientras me pasaba una mano por las piernas para levantarme y alsarme—. No pesás nada para mís brazos. Soy mucho mas fuerte de lo que pensás.
Después se puso a hacer biceps con mi cuerpo.
—¿Te gusta esto, chiquito? ¿Te gusta ver como te levanta este hombre? Posta que no siento nada, estoy tan grande que sos una pluma.
—Dios mio, Nico, estás inmenso.
—Dale, sacate las ganas de tocarme el lomo que tengo, sentí la fuerza de mi cuerpo. Estoy gigante… Uf… Me encanta ser un macho tan forzudo. Siempre quise ser enorme y musculoso, que las remeras me apretaran el pecho y que se viera el tamaño descomunal de mis brazos. Tener la espalda ancha y que al caminar se vieran mis musculos marcados. Sentirme fuerte y poderoso y que las minas quisieran tocarme todo el tiempo y los chabones se sintieran intimidados junto a mis hombros y los putos como vos quisieran lamerme el pecho y sentir lo macho que soy. Me encanta ser tan hombre.
—Nico, tus brazos están creciendo.
Era verdad, sus biceps se habían vuelto mucho mas grandes, estaban calientes y duros.
—Espero que estés listo para verme crecer, enano. Me voy a volver un gigante con los músculos más increibles y fuertes del mundo. Aahhh... Si, puedo sentir mi torso creciendo... Sí, amo crecer... Sí, mi pecho todo duro y mis tetas todavía más musculosas... Sí, mira como me inflo, puto, mirá el macho en que me estoy volviendo... Sí, mis musculos se están volviendo gigantes... —decía sonriendo—. Sí, amo ser tan enorme... Siento que puedo levantar una casa con mis músculos... Sí, soy cada vez más grande... Ah... Mi pecho... Mis tubos... Mirá el lomo que tengo... Ya no pesás nada, enano... Mirá lo macho que soy...
En ese momento acabé y desperté del mejor sueño de mi puta vida.
 

  

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IV - Mis amigos


Leandro y yo éramos amigos desde nuestra única y primera cita hacía algunos años. Unos amigos nos habían arreglado una cita ciega diciendo que ambos eramos el uno para el otro. No nos dieron demasiado detalle, ni a él ni a mí, pero de los dos, él fue el único que no salió desilusionado.
Según me enteré por otro amigo, yo le había gustado a Leandro y no solo le había gustado sino que durante un tiempo tuvo que hacer un esfuerzo para desenamorarse de mí. No lo culpo, modestia aparte, muchos de los chicos con los que salí dijeron que yo era muy lindo.
Leandro era incluso más petiso que yo y pesaba tan solo sesenta kilos. Tenía unos bracitos de fideo que le daban el aspecto de un chico de catorce años. La primera vez que lo vi sin remera, en una pileta, me sorprendió que fuera tan flaco. No tenía pecho, era una tabla que parecía a punto de romperse.
Pero pese a que él no era mi tipo de hombre, sí se volvió uno de mis mejores amigos.
Lara era amiga mía desde la facultad. Todos mis amigos hétero querían acostarse con ella lo cual yo podía entender a la perfección: Lara era una rubia con un enorme par de tetas, una cintura delgada y un culo redondo como una manzana. De haberme gustado las mujeres de seguro ella habría sido mi tipo y de seguro no me habría dado bola.
Como casi todos los domingos nos encontramos a tomar un café los tres. Leandro llegó primero y ni bien se sentó se dio cuenta de que algo me había pasado.
—Jodeme que conociste a alguien. No seas trolo, contametodoya.
—En el gimnasio.
—Ay, me muero. Jodeme, ¿como es? No, esperá, no me digas. Adivino. No decime. ¿Lomazo?
—Tiene veinte años.
—¡Chancho! ¡Es un bebé!
Leandro tenía dos años más que yo.
—Sí, pero no sabés lo que es. Nunca vi un macho así.
—Me muero. ¿Es alto?
—Debe medir un metro setenta y cinco.
—Para mí, gigante.
—Es flaco, o sea no tiene un gramo de grasa, pero tiene una espalda del tamaño de una puerta.
—Me muero. ¿Y los brazos? ¿Es de esos hombres con brazos enormes? ¿¡Qué digo!? Obvio que tiene los brazos enorme, vos sos un enfermo de los músculos.
—Todo marcado, los hombros le sobresalen así como piedras. Y tiene los músculos enormes.
—Si es demasiado musculoso ya no me gusta, me parece raro.
—No sabés lo que es… El otro día lo vi sin remera.
—No me digas que hiciste algo ilegal…
—No sabés el lomo que tiene. Te juro que nunca vi un pecho tan enorme y desarrollado.
—¿Tiene pelo en el pecho?
—Apenas, pero tiene 20 años, boludo, dale tiempo. En unos siete años va a tener el pecho todo cubierto de pelo. No sabés la fuerza que tiene. Yo a los veinte años no podía levantar ni la décima parte de lo que levanta él. No sabés lo que es, está todo trabado y después de entrenar le cuesta mover el torso y los brazos.
—Ay, me encanta que digas torso…
—El otro día en el baño del gimnasio se sacó la remera después de entrenar. No sabés lo que era. Todo marcado y enorme. Tenía el pecho infladísimo. Tiene una presencia que me vuelve loco. Parece mucho más grande de lo que es y al mismo tiempo es un niño. ¡20 años! 
—Me muero si pasó algo.
—No sé, o sea sí pasó algo, pero no me doy cuenta si le gusto…
—Vos decime a mí que yo nunca fallo con esas cosas.
—Me dio una nalgada.
—¿Una nalgada?
—Si, así como una cachetada en la cola.
—¿Y te dijo algo?
—No, solo eso. Estábamos entrenando, yo hice fuerza y él me felicitó y me dio una nalgada.
—¿Y algo más?
—Después pasó que fuimos al baño y me sacó la remera y se me puso bien cerca, pero entonces vino un entrenador y le dijo que estaba enorme y musculoso y lo felicitó y le dio una nalgada y después hablaron de una mina de tetas enormes.
—Ah, no… olvidate…
—¿Qué?
—Re hétero, olvidate, súper hétero.
—¿Y lo de la remera?
—No cuenta, entre los hombres hétero eso re normal, o sea no les causa nada. Es como ver una pared. Te lo juro, vi mil hombres que parecen re putos, pero no sienten nada. O sea se pueden pellizcar el culo, o decir algo de los músculos, pero no les calienta nada. Te juro que no sé como hacen.
—Puede ser… —dije con cierta tristeza.
Pese a que no quería creerlo, yo pensaba lo mismo que Leandro.
En ese momento levanté la cabeza como si hubiera escuchado un sonido que solo mis orejas podían captar. Fue algo instintivo, como si fuera capaz de oler algo casi imperceptible. Al mirar sobre mi hombro me di cuenta de lo que estaba pasando; al café había entrado un hombre casi tan alto como la puerta, pero mucho, mucho más ancho. Llevaba una remera XXXXL que le quedaba suelta en la cintura pero que le apretaba ese enorme pecho musculoso que parecía sobresalir como dos piedras. Lo mismo ocurría con sus brazos que eran del tamaño de unos melones. De tan musculoso que era le costaba bajar los brazos. Tenía una espalda en forma de V que impresionaba y con cada movimiento parecía estar maniobrando material sumamente pesado: su propio enorme y musculoso cuerpo.
—¿En serio te gusta cuando están así todos trabados y musculosos? —me preguntó Leandro con un poco cara de asco.
El macho ese se sentó, estiró la espalda y luego el pecho: pudimos ver sus pectorales inflarse como dos almohadas de carne. De solo imaginar la fuerza que debía tener en ese pecho musculoso me temblaron las piernas.
—Sí… —dije sin pensar—. Me muero de tocar un macho así super desarrollado y fuerte. Encima me encanta que les guste ser adorados por lo musculosos que son. Y que se calienten con su propio tamaño y lo fuertes que son. Me mata que se pongan remeras apretadas para que se les marque todo el pecho musculoso y se les vea lo enorme que tienen los brazos. Mirá lo inflado que está, debe ser una bestia. Me fascina que le guste mostrar lo fuerte que es. Mirá como flexiona los brazos mirándose en el reflejo; está todo inflado.
—Yo te digo, la mayoría son putos —dijo Leandro.
—Pero igual son re machos y me encanta. Me encanta que esté todo fuerte y que tenga todo el cuerpo marcado. Me muero por lamerle el pecho musculoso y si lo tiene peludo mejor. ¿Qué decís?
—Este igual seguro se afeita…
—No me importa. Me re imagino tocándole los brazos enormes y duros. Mirá lo que es, es enorme. Que macho. Los hombres así me matan. Si pudiera pedir un deseo sería tener un hombre así para que me mostrara lo fuerte que es y me alzara y me apretara contra su pecho y que yo le pudiera tocar sus músculos después de entrenar todos los días, acariciarle el lomo de macho, el pecho, los hombros, los brazos y la espalda. Con eso ya estaría feliz y me podría morir en paz.
—Y después claro, que te viole con una pija de cuarenta centímetros —dijo Leandro.
—Boludo, te van a escuchar.
—¿Y? Acá todos los chabones hablan de minas, tetas y conchas. ¿Por qué yo no puedo hablar de pijas gigantes?
Leandro tenía su punto.
Ver a ese macho musculoso me había calentado. Me imaginaba a Nico después de entrenar con el pecho todo marcado y duro de tanto levantar pesas y me lo imaginaba quitándose la remera para que yo pudiera tocarlo, sentir lo fuerte que estaba. Me encantaría verlo crecer hasta ser tan grande como ese tipo que estaba ahí tocándose el pecho. 
Cuando llegó Lara todos los hombres alrededor nuestro se dieron vuelta para verla caminar menos el musculoso que estaba demasiado ocupado arreglándose la remera. A Lara le encantaba que los hombres le miraran las tetas y el culo, se vestía bien provocadora y siempre hacía algún comentario.
—Hola, mis cielos, que lindo cafecito, está lleno de ojos —dijo con una sonrisa.
Leandro se encargó de contarle todo sobre Nico.
—Jodeme que tiene veinte años —Lara tenía treinta—, es un bebé para vos, pero para mí está perfecto. Y si es así todo musculoso mejor. Me encantan los hombres todos tallados. Así bien machos trabajados.
—Boluda —le dijo Leandro—, te juro que para mi sos un hombre gay metido en un par de tetas.
—Obvio, me encanta, si re, Rodolfo soy. Rodo —dijo Lara—. Pero este bomboncito todo duro ¿es marica o machito?
—Parece que es de los tuyos —dijo Leandro.
—Lo amo, pasale mi número, o mejor hacé una reunión así le veo el lomo ese que decís que tiene. Me encantan jovencitos y musculosos, son lo mejor.
Después pasamos a hablar de otras cosas, aunque en mi cabeza yo seguía pensando en Nico y en que probablemente, aunque me diera tristeza, él preferiría estar con Lara antes que conmigo.
En ese momento ella se dio vuelta y vio al macho que estaba sentado en la mesa. Justo en ese momento estaba de nuevo estirando su maravilloso pecho cubierto de músculos inmensos.
—Ay, dios mio, miren a esa bestia. Mirale los brazos, Tomi, a que te morís de ganas de que te apriete con esos músculos —dijo en voz baja.
—Ese de seguro es de los nuestros —dijo Leandro.
—Ni ahí. Escuchen esta —dijo Lara—. El otro día estaba en el supermercado y doblo con el changuito y veo a mitad de la góndala a este mismo macho enorme. Tenía una remera como esa pero que le apretaba el pecho todavía más. Primero le vi la espalda esa que tiene para escalar, onda Monte Everest. De solo verlo se me aflojaron las piernas.
—Jodeme que le dijiste algo —dijo Leandro.
—Callate. Me acerco y le digo: ‘Me siento Maoma,,,’. Se da vuelta y me mira de arriba. Me sacaba dos cabezas. Tenía todo el cuerpo así duro y enorme, los brazos eran dos piedras. Parecía un toro. Nunca había visto un hombre tan grande de tan cerca. Me lo imaginé encima mío apretandome contra la cama y yo tocándole todos los músculos enormes y duros. De seguro se inyecta con algo o con todo. Me mojé de solo imaginar lo fuerte que debía ser. Y ahí, antes de que dijera nada, aparece una mina, no te miento, era una puerta, ni en pedo tan grande como el macho ese, pero te juro que parecía un tipo de lo musculosa que era. Al lado del macho gigante ese parecía una muñeca, pero mamita, qué muñeca, te bajaba un diente.
—¿Y qué hiciste?
—¿Qué iba a hacer? ¡Corrí, boludo!
En ese momento entró una mina tan musculosa que estaba toda marcada. Se acercó a la mesa del gigante y él se levantó para darle un beso. Fue como si se levantara una montaña. Él le sacaba mas de una cabeza y era el doble de ancho; junto a él, ella parecía flaquita. Él la envolvió con sus brazos y la apretó contra su pecho. Ella apoyó sus manos sobre sus pectorales y pudimos ver el verdadero tamaño descomunal que tenían esos musculos.
—Les dije, macho bien macho —dijo Lara.

  

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V - Lunes otra vez…

 
El lunes siguiente volví al gimnasio. Ya me sentía mejor y no me costaba moverme. Ni bien lo vi a Nico no pude evitar una sonrisa. Ahí estaba con su musculosa que dejaba ver sus hermosos y fuertes brazos.
—Me dejaste solo el jueves y el viernes —me dijo ni bien me vio y no pude evitar sonreir mas.
—Boludo, no podía moverme, me mataste.
—Pero tenés que venir, esa es la joda, así es como se crece.
—Viniendo de vos te lo creo. Boludo, estás enorme.
—Vamos a trabajar… —dijo mientras se ponía a calentar.
Ese día entrenamos pecho como la otra vez, solo que esta vez Nico cargó su barra hasta los ochenta kilos. Yo no podía creerlo.
—Boludo, te llamo una grúa —le dije.
Se rió, movió el cuello a cada lado, flexionó sus enormes pectorales dos veces y se puso debajo de la barra. Con cada esfuerzo puede ver su pecho contraerse y estirarse después, era impresionante la fuerza que tenía. Estaba cada vez más grande. Yo no podía creer que alguien tan joven pudiera ser tan fuerte.
Cuando terminamos fuimos al baño, Nico caminaba todo duro y cuando se sentó en el banco se sacó la remera con un movimiento lento. Después se pasó una mano por sus enormes pectorales y dijo:
—Todavía me falta mucho.
—Pará, Superman —le dije—. Boludo, mirate lo que sos ¿Cuánto querés crecer?
Flexionó los brazos y dijo:
—Me coparía ser bien musculoso.
—Eso ya lo lograste, campeón.
—Vas a pensar que estoy loco, pero viste esos chabones tipo Mister Olimpia. Me coparía ser así de gigante. Me encanta como se ven sus músculos y de seguro son fuertes como la mierda. Boludo, imaginate si pesara diez kilos mas… ¿qué digo? Eso no es nada. Treinta kilos mas… o quizás cuarenta… Eso me coparía… —flexionó el pecho y los brazos—. Estar todo inflado y duro… ¿Sabés lo que levantaría? Me coparía estar así de fuerte… Te digo si pudiera me daría con anabólicos o algo… Es una mierda que mis viejos no me quieran comprar nada… Ni siquiera creatina…
—¿Por?
—A mi viejo le parece una boludez y mi vieja dice que ya se me va a pasar.
—¿No les gusta que entrenes?
—Con eso todo bien, pero mi viejo me dice que ya estoy bastante musculoso y que no necesito más.
—Y la verdad es que estás bastante musculoso. No conozco a nadie de veinte años con un lomo como el tuyo.
Nico se puso de pie y se paró frente al espejo. Flexionó el pecho y se miró los triceps y la espalda.
—Ya sé eso, pero me doy cuenta de que podría estar mucho más grande.
—¿En serio te querés dar con anabólicos?
—No sé, supongo que sí.
—¿Fuiste a un nutricionista? A alguien que te asesore con la comida.
—No, todo lo que sé, lo sé de buscar en internet —dijo mientras flexionaba un brazo.
—¿Y le pediste a tus viejos ir al nutricionista?
—Sí, pero me sacaron cagando. Les parece que ya como bastante y que no necesito comer más.
—¿Cuánto pesás? —le dije mientras me paraba a su lado y veía todo su enorme pecho musculoso marcarse y sobresalir de cada lado.
De seguro él ya no podía ver sus propias tetillas de lo grande que tenía los pectorales. Con solo verlos me daban ganas de apoyar mis manos para masajearlos y sentir lo enormes y fuertes que eran.
—Ochenta y cinco, pero hace dos meses que no logro subir un kilo más.
—¿Y cuanto te gustaría pesar?
—Lo que llegue, por lo pronto me coparía ahora subir diez kilos más. ¿Sabés lo enorme que estaría ahí? Sería zarpado. Tendría una fuerza de la puta madre y unos pectorales enormes.
—Para mí son bastante grandes.
—Esto no es nada —dijo flexiando sus brazos y su pecho; se infló que parecía estar creciendo ahí mismo—, podría ser mucho más musculoso si mis viejos me ayudaran. Imaginate con diez kilos más, tendría que usar un talle más de remeras. Me coparía tener el pecho bien pero bien grande.
Se pasó una mano por el pecho y se levantó uno de sus enormes pectorales. Con solo verlo me temblaron las piernas. Se puso frente a mí y flexionó todo su cuerpo.
—¿Te imaginás lo fuerte que sería?
Sí, no podía dejar de imaginarlo.
 

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VI - Mi sobrino...


Esa misma tarde me puse en contacto con un amigo que hacía algunos años me había recomendado un nutricionista para que yo fuera. Conseguí su contacto y le escribí para pedirle un turno. Cuando le aclaré que no era para mí, me di cuenta que podía sonar raro que yo quisiera pedir un turno para alguien más y que ese alguien encima fuera un menor. Sin pensar, dije que era para mi sobrino. Eso fue suficiente; me dio un turno para el día siguiente, poco después del mediodía.
Esa misma noche me costó dormir, de pronto sentía que estaba haciendo una locura. No solo me parecía peligroso estar diciendo que alguien era mi sobrino cuando no lo era; ¿podía ser considerado eso un delito? ¿Qué harían los padres de Nico si se enteraban de lo que yo estaba haciendo?
Prendí la computadora y abrí el Facebook. No sabía el apellido de Nico por lo que no tenía cómo buscarlo. Abrí el perfil del gimnasio y me metí en el de los entrenadores. Busqué en cada comentario, en cada foto, miré todas las etiquetas buscando su nombre, pero no pude encontrar nada. Cuando me cansé de buscar me masturbé para sacarme esos pensamientos de la cabeza.
No sé a que hora me dormí, pero al día siguiente decidí no hacerle caso al despertador y seguir durmiendo. Me desperté al mediodía, me hice un desayuno tardío y después fui para el gimnasio. Podría comer algo después de entrenar.
Cuando llegué Nico estaba calentando con la soga. Con cada movimiento podía ver sus enormes brazos marcarse mientras su pecho musculoso subía y bajaba con cada salto.
Empezamos con dominadas. Nico hizo su usual despliegue de fuerza increíble levantando veinte kilos más durante quince repeticiones. Cuando terminamos me preguntó cuánto pesaba.
—Sesenta y siete —dije.
Hacía tiempo que quería volver a pesar setenta, pero no lo estaba logrando sin ganar demasiada panza.
—Quiero probar algo —dijo Nico.
Se colgó de la barra y me pidió que me agarrara de su cuello. Sus enormes brazos musculosos se tensaban como cuerdas mientras su espalda se abría como un par de alas. La sola idea de acercarme a él hizo que me aumentaran los latidos.
—Boludo, vas a romperte algo o peor; me vas a romper algo a mí.
—Dale, no seas puto, es solo para probar si puedo hacer una o dos.
Me acerqué y lo empujé para ver si estaba bien agarrado. Pero dado que Nico era más alto que yo me era imposible agarrarme de él así colgado como estaba.
—Boludo, no llego así estirado cómo estás.
Se soltó y se agachó un poco para que subiera a su espalda. Me acerqué y apoyé una mano en su hombro; era enorme, duro y blando a la vez. Emanaba una fuerza bestial. Me subí a esa espalda y él me levantó las piernas para que estuvieran sobre su cintura. Se movía como si yo no le pesara. Colgado de él pude sentir todos los increíbles músculos de su espalda al moverse. Era una sensación indescriptible. Su cuerpo emanaba una fuerza sexual y masculina que me volvía loco. Cuando él se acercó a la barra y me dijo que agarrara fuerte me abracé a su cuerpo como lo haría un niño. Pude sentir el olor de su cuerpo en su cuello mientras levantaba los brazos para agarrarse de la barrra y yo sentía que sus hombros musculosos me apretaban al inflarse.
—Agárrate con fuerza —dijo e hizo una dominada larga, lenta y completa.
Los músculos de su espalda se tensaron con cada movimiento, era como estar sintiendo a un hombre inflarse bajo mi cuerpo. Estaba tan perturbado que no me tuve que preocupar por tener una erección; era imposible que se me parara con esos nervios que tenía.
Nico hizo una repetición perfecta, pero eso fue todo. Cuando quiso hacer la segunda, ya no tenía fuerzas. Se soltó de la barra y yo me bajé de su hermosa y enorme espalda.
—Sos un sacado, boludo —le dije—. Levantaste más de ciento cincuenta kilos.
—Una sola repetición no es nada, hubiera estado bien hacer al menos dos.
Después de terminar de entrenar espalda pasamos a hacer bíceps. Me costaba sacar la vista de los enormes músculos de sus brazos que con cada movimiento se inflaban más y más. Parecía estar creciendo frente a mí.
Yo no encontraba una manera de sacar el tema del nutricionista sin que sonara extraño y así terminamos de entrenar sin que le pudiera decir nada.
Cuando fuimos al baño Nico se puso a mear y yo respiré hondo y dije:
—Che, boludo, me quedé pensando en eso que me dijiste el otro día.
—¿Que cosa?
—Lo del nutricionista.
Nico se dio vuelta arreglándose el pantalón. Al hacerlo sus pectorales se elevaron por el mínimo movimiento de acomodarse la pija bajo el short.
—Tengo el contacto de un nutricionista al que fui hace tiempo y lo llamé para ver si tenía un turno para un amigo.
La cara de Nico se iluminó de sorpresa.
—Si te interesa —le dije como si fuera algo menor—, hoy tendría un turno.
—Boludo, ¿me decís en serio?
—Sí, me diste pena con el cuentito de tus viejos mala onda —le dije haciéndome el gracioso.
—Jaja, pelotudo —Nico no podía ocultar la alegría.
—¿Te interesa?
—¡Obvio! Boludo, no tengo palabras, sos un zarpado.
—Nada que agradecer. Lo que si, es dentro de unas horas.
—¿Vos comiste? —me preguntó—. Porque yo no pude comer nada. ¿Vamos a algun lado?
Mi corazón se infló en mi pecho y tuve que hacer un esfuerzo por ocultar el temblor en mi voz. 
—Dale, donde quieras.
—Que capo —me dijo mientras me ponía una mano sobre el hombro y después me abrazaba para acercarme a él.
En el reflejo pude ver la diferencia de tamaño de nuestros cuerpos; después de cada entrenamiento Nico parecía el doble de grande.
—Ah, lo que sí, para conseguir el turno tuve que decir que eras mi sobrino.
—Ja, obvio tío —dijo y me dio una nalgada mientras se cagaba de risa.
Se sacó la remera con un movimiento largo y lento gracias al que pude apreciar su torso musculoso moverse maravillosamente, sus abdominales todos marcados y sus pectorales anchos que, cuando bajó los brazos, cayeron como dos telones de músculos. Se puso una remera seca y nos fuimos a comer algo.
Nico insistió en que fuéramos a comer a una casa de comida chatarra; no era algo que me gustara mucho, pero la verdad era que quería que él me llevara a donde quisiera. Antes de que pidiera le dije que yo invitaba y me sonrió de una forma que tuve que mirar para otro lado para no morirme de ganas de romperle la boca de un beso.
Se pidió tres hamburguesas enormes y dos papas fritas extra grandes. Yo me pedí un combo normal.
Nos sentamos en el segundo piso donde no había casi nadie y Nico se puso a comer como un animal. En menos de diez minutos se había deborado toda su comida. Yo lo miraba comer como si no hubiera probado bocado en años. Estaba tan absorto en su plato que pude dedicarme a mirar sus brazos apretados en la remera; me impresionaba que tuviera unos brazos tan musculosos.
—Boludo, estabas muerto de hambre.
—Mi vieja no fue al super y en casa no había nada en la heladera.
—¿No era que estabas comiendo bien?
—No es culpa mía. Cuando mi vieja cocina de más sí, pero sino como lo que haya.
—Así nunca vas a crecer…
—Callate —me dijo molesto—, ya lo sé.
En ese momento levantó la cabeza y sus ojos se movieron como una mira telescópica. Supuse que sería una mina, pero cuando me di vuelta vi al mismo chabón musculoso que habíamos visto el otro día en el café.
—Hijo de puta —dijo Nico—, mirá el tamaño que tiene el chabón ese. ¿Sabés lo que daría por ser así de enorme?
—Ese tipo seguro se da con todo.
—Mejor… Según me contaron cuando tomás anabólicos pegás una fuerza de la puta madre. Me coparía ser así de grande. ¿Sabés lo que levantaría con unos músculos así?
Nico flexionó y se miró los brazos.
—Imaginate si tuviera esos brazos, sería una bestia.
—No creo que te entrase esa remera.
—Estaría en cueros todo el día para que me vieran lo musculoso que soy.
—Boludo, estás del tomate…
—No, boludo, posta. Mirá el tamaño que tiene. ¿Sabés lo que debe ser el pecho de ese tipo? ¿Viste lo que levanto yo? Bueno para ese chabón es nada, seguro que lo levanta con una mano. Y eso que ahora no está en el gimnasio, cuando entrena seguro se infla como un hijo de puta. ¿Cuánto decís que pesa?
—Ni idea, pero seguro que más de cien kilos…
—Debe pesar mínimo ciento veinte… ¿Sabés cómo debe garchar ese chabón? Las minas lo deben querer violar todo el tiempo.
—¿Vos decís? 
—Si, de una. A mí me pasa que cuando me ven sin remera me vienen a dar vueltas y siempre se hacen las boludas para tocarme el pecho. Te digo, a las minas les copa los hombres musculosos.
Nico seguía mirando al chabón sentado a allá a lo lejos.
—Daría cualquier cosa por ponerme así de enorme —dijo mientras flexionabas sus brazos.
El nutricionista que fuimos a ver era lo más parecido a Yoda que un hombre podía ser. Era un viejo que debía tener setenta mil años, medía un metro cincuenta y se movía lento como si el tiempo fuera algo que volaba alrededor suyo aunque sin tocarlo.
Ni bien Nico y yo nos sentamos al otro lado del escritorio pude ver el destello de interés en sus ojos sobre el cuerpo de Nico. No hacía falta tener visión de rayos X para ver su pecho abultado empujando la remera o sus hombros como rocas que se convertían esos pistones que tenía por brazos. No había forma de ocultar semejante musculatura y Yoda se dio cuenta en un segundo.
Cuando nos preguntó cuál era el motivo de la consulta lo miré a Nico y lo animé a hablar. De pronto en su cara brilló una expresión de niño feliz que yo no había conocido; casi parecía estarme preguntando si estaba bien lo que estaba por hacer.
—Quiero crecer —dijo.
—Ya veo —dijo Yoda y casi como si fuera un chiste agregó—. Bastante crecido estás.
Antes de que Nico pudiera responder, el viejo dijo:
—Sacate la ropa.
Nico se acercó a la camilla, se sacó las zapatillas y empujando el jean hacia abajo con fuerza pudo pasar por sobre sus super desarrollados y musculoso muslos. Como no había tenido la oportunidad de entrenar piernas con él no había visto lo monstruosas que eran sus piernas. Cada una parecía más grande que las dos mías juntas.
Cuando logró sacarse el jean pude ver sus calzones blancos dentro de los cuales colgaba un pedazo de abultada carne. Entonces fue el turno de la remera. Nico cruzó los brazos sobre sus abdominales y tiró hacia arriba desplegando su ancho torso como si se inflara delante nuestro. Cuando terminó de desvestirse Yoda se acercó a él.
Apenas le llegaba hasta el pecho. Junto a él Nico parecía todavía más musculoso, en especial por el ancho de su poderosa espalda en forma de V y sus hombros que sobresalían a ambos lados de su trabajado cuerpo. De Solo estar parado, sin hacer nada, emanaba una fuerza joven impresionante.
—Muy bien desarrollado —dijo Yoda mientras lo miraba de cerca.
Le pidió que flexionara su brazo y puso su mano sobre su enorme bicep y lo apretó para sentir lo duro que estaba. Después le pidió que se diera vuelta y abriera la espalda; con una mano acarició sus abultados y protuberantes músculos. Finalmente se paró frente a él y apoyó ambas manos sobre sus pectorales sintiendo lo duros y anchos que eran. De solo verlo hacer eso me lamenté no haber sido nutricionista para poder acariciar todo su cuerpo super desarrollado y musculoso.
Después sacó un centímetro y me lo entregó a mí. Me miró a los ojos y me pidió que lo midiera. Yo recibí el centímetro sin entender a que se refería. Me puse de pie y sentí el inmenso y musculoso cuerpo desnudo de Nico acercarse a mí. Le eché una mirada y vi su sonrisa pícara mientras flexionaba su cuerpo para que yo viera su increible tamaño.
Primero me pidió que midiera sus piernas.
Miré a Nico a los ojos para que supiera que iba a estar en deuda conmigo, pero él seguía sonriendo a la espera de que me agachara para medir el tamaño de sus musculosas piernas.
Me agaché y pasé el centímetro alrededor de su múslo peludo y super desarrollado. De cerca era incluso más impresionante. Mientras pasaba el centímetro no pude evitar mirar hacia arriba; sobre mi cabeza colgaba su enorme pija dentro del calzón sobre la que corrían sus perfectos abdominales que daban paso a su increible pecho que sobresalía de su cuerpo como dos barriles de músculos. Sobre de ellos Nico me miraba todavía más divertido que antes. Sus muslos medían 60 centímetros.
Después de pasarle el número, Yoda me pidió que midiera su cintura. Me puse de pie y Nico se acercó. Su gigantesco pecho a centímetro de mi boca parecía estarse inflando. Pasé mis manos alrededor de él y sentí lo apretado de su cintura. 70 centímetros, era apenas más grande que sus muslos. No tenía ni un gramo de grasa. Su cuerpo era puro músculo.
Después fue el turno del bicep. Nico levantó su brazo cerca de mi cara, demasiado cerca, y lo flexionó haciéndolo crecer mientras se ponía duro como una piedra. ¡Era enorme! Lo medí: 45 centímetros.
Finalmente fue el turno de medir su pecho. Nico se acercó todavía más, levantó los brazos y expandió su pecho para que pasara la cinta alrededor de sus pectorales. Tuve que pegar mi cara a su pecho para poder pasar la cinta alrededor de su cuerpo. Podía sentir el tamaño descomunal de sus músculos debajo de la piel inflándose y tensándose con cada movimiento. Nico bajó los brazos y su pecho rebotó con un movimiento suave y poderoso. Medía 110 centímetros.
Cuando me volví a sentar me temblaban las manos.
Yoda anotó todo en un papelito y después le dio una maquina a Nico para que sostuviera durante unos segundos al cabo de los cuales se leyó en la pantalla unos números.
—15% de grasa —dijo Yoda—. Muy impresionante.
Después sacó una carpeta de uno de sus cajones. Nico se había acercado a mi silla y cuando miré hacia arriba pude ver sus enormes pectorales sobresaliendo poderosos y extremádamente definidos. Desde ahí arriba lo ví sonreirme y guiñarme un ojo mientras flexionaba su pecho haciéndolo subir y bajar. 
—¿Años? —preguntó el viejo.
—Dieciocho —dijo Nico y lo miré sin entender lo que decía.
Nico me sonrió sacando la lengua y me despeinó con una mano como si yo fuera un niño todavía más chico que él. ¿Dieciocho? ¡Ni siquiera tenía veinte años! La sola idea de que siendo tan joven Nico tuviera esos músculos tan enormes y esa fuerza descomunal hizo que se me parara la pija. Me acomodé en la silla y me crucé de piernas.
—Bien, su hijo va a seguir esta dieta —dijo Yoda mientras me daba un papel a mí.
La confusión hizo que me pusiera colorado, pero no pude atinar a decir nada. La idea de haber dicho que era mi sobrino ya me había causado cierto pudor y miedo, pero el hecho de que creyera que yo podía ser su papá de pronto me causó un miedo que me hizo transpirar. Nico apoyó su enorme mano sobre mi hombro y pude sentir sus dedos apretándome fuerte, pero cariñosamente. Para mi sorpresa eso me tranquilizó.
Cuando salimos del consultorio, Nico me pellizcó la cola, me guiñó un ojo y me dijo:
—Gracias, pa.
Le pegué una piña en el pecho. Pude sentir lo poderoso de sus músculos absorviendo el golpe como si no fuera nada. No tenía dudas de que yo no era rival para Nico y que de solo quererlo él podría cagarme a trompadas sin demasiado problema.
Antes de que cada uno se fue para su lado, Nico me miró a los ojos con esa expresión de niño que ya había visto en él algunas y veces y se llevó una mano a la nuca. Pude ver su enorme bicep marcándose con cada movimiento.
—Boludo, che, no tengo cómo agradecerte esto —me dijo.
—Nada que agradecer, gil —le dije mientras le pegaba en ese enorme y musculoso hombro suyo—. Andá a tu casa y empezá a comer bien.
Nico sonrió y nos despedimos. Desde la esquina lo vi alejarse caminando con los brazos demasiado levantados por el ancho de su espalda. Que pudiera crecer más me parecía una locura.
Esa noche me costó dormir. Tuve que darme dos baños con agua fría y masturbarme tres veces para sacarme de la cabeza la imagen del musculoso pecho de Nico junto a mi cara mientras intentaba medirlo con el centímetro.
Al día siguiente cuando llegué al gimnasio Nico no estaba ahí. Supuse que estaría por llegar en cualquier momento, pero después de veinte minutos él todavía no había aparecido. Decidí entrenar solo y recién cuando estaba por terminar, lo vi aparecer. La expresión de alegría que le había visto el día anterior había sido reemplazada por la opuesta. Tenía una cara de tristeza y decepción que parecía a punto de largarse a llorar.
Nico me contó que sus viejos le dijeron que bajo ningún concepto iban dejar que comiera de esa manera. Ya les parecía raro que estuviera yendo tanto al gimnasio e incluso llegaron a decirle que estaba deforme de lo musculoso que se había vuelto.
Después de contarme todo sus ojos se había puesto rojos de nuevo.
—Tengo que irme de la casa de mis viejos —dijo a punto de llorar.
 

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