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Lo que uno está dispuesto a dar [ESPAÑOL]


dangerdanger

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I - El día que conocí a Nico

 

Y resultó que un día, después de seis meses de estar en cuarentena por la pandemia, volví al gimnasio. Había estado intentando hacer deporte en casa, pero luego de los primeros meses el encierro me había vencido y había perdido gran parte de lo que había ganado con entrenamiento consistente y buena alimentación.
Acababa de cumplir treinta y ocho años y había decidido que quería volver a estar en forma. Así que me anoté en un gimnasio cerca de casa al que sabía que no iban muchas personas y fui durante el mediodía de lunes a viernes sin faltar un día durante dos meses. Ordené mis comidas como me había enseñado mi nutricionista y después de dos meses de trabajo duro había recuperado la masa muscular que había perdido y bajado un poco la panza. Por esos días creía que estaba en forma, pero eso cambió hasta que conocí a Nico.

Ese lunes, por temas de trabajo, no había podido liberarme para ir al mediodía así que decidí ir a las tres de la tarde. Descubrí dos cosas. A esa hora el gimnasio estaba practicamente vacío. No había ningún entrenador y solo quedaba la chica de recepción que estaba en la planta de abajo, así que se podía decir que tenía todo el gimnasio para mí. Bueno, no todo, porque la segunda cosa que descubrí fue a Nico.

En verdad no era la primera vez que lo había visto. Algún que otro día me había cruzado con él en el gimnasio, pero se notaba que no iba al mismo horario que yo y por eso solo aparecía cada tanto. Lo que también se notaba era que entrenaba duro. No era gigante. A decir verdad era bastante flaco con una cinturita delgada y unas piernas de palo, pero había pegado una buena espalda y en los brazos (a falta de grasa) se notaban unos tremendos triceps que se marcaban con cada esfuerzo que hacía. Siempre llevaba una remera con cuello en V por lo que solo pude ver parte de sus musculosos brazos, pero notaba lo desarrollada que tenía la espalda. Era bastante blanco y tenía el pelo oscuro. No era feo de cara, pero lo que me llamó más la atención fueron sus músculos. Él era un poco mas alto que yo, me debía sacar media cabeza. Lo cual me hacía pensar que debía medir un metro setenta y cinco o algo así.

Las veces que lo había visto me daba cuenta que entrenaba con fuerza, que levantaba pesos más altos que los que yo levantaba y que le gustaba entrenar duro. Lo que no me daba cuenta era si se daba con algo, algún anabólico. Se encontraba en el limite de algo que podría ser conseguido con esfuerzo y dedicacion más buenos genes o algo logrado rapidamente con alguna pastilla.

Esa tarde en que lo vi en el gimnasio lo saludé y descubrí que ambos estabamos entrenando pecho. Él acababa de sentarse y solo estaba calentando, subía y bajaba la barra sin agregar peso.
—¿Te molesta si hacemos una y una? —le pregunté.
—No, dale —me dijo.
Yo calenté como él acababa de hacer.
—¿Con cuanto arrancás? —me preguntó.
—Con cuarenta kilos, ¿vos? —no crean que subía mucho mas que eso, pero un amigo entrenador me había recomendado que luego de calentar no desperdiciara series con mas peso que eso.
—Perfecto —dijo y cargó la barra con veinte de un lado mientras yo hacía lo mismo del otro.
La subió y bajó sin problema unas quince veces y de pronto tuve miedo de hacer el ridículo dado que yo no podía hacer tantas repiticiones ni tan rapido.
—¿Vas solo? —me preguntó.
—Si, gracias —dije un poco nervioso.
Hice mis doce repeticiones y dejé la barra.
—¿Cuanto le subís? —le pregunté.
—Vamos con diez kilos mas.
—Dale —dije y me arrepentí ni bien lo escuché.
Cargamos la barra y él se acóstó.
—¿Te ayudo? —le pregunté.
—No, está bien, gracias.
Esta vez hizo veinte repiticiones sin demasiado esfuerzo. Eran cincuenta kilos.
—Con este peso me vas a tener que ayudar —le dije.
—Dale.
Se puso detrás de la barra y me ayudó a terminar mis diez repeticiones con esfuerzo.
—Bien —dijo—, casi sin ayuda. ¿Vamos con cinco más de cada lado?
Yo todavía no había recuperado el aire.
—Para levantar mas que esto voy a tener que llamar a una grúa.
—No te preocupes, yo te sigo.
—Si vos lo decís.
Cargamos diez kilos más y él acostó debajo de la barra. La levantó e hizo veinte repeticiones sin problema. Ya podía ver sus tremendo triceps abultados del esfuerzo. Cuando se sentó me di cuenta que su pecho se había inflado bastante. Fue mi turno y él se puso detrás de la barra. Me ayudó a levantar y después me dejó ir solo, pero me tuvo que ayudar a la cuarta.
—Vamos, bien —dijo—, una más, dale.
Hice una quinta.
—Una más, vamos, dale, fuerza.
Hice una sexta con algo de ayuda.
—Una más, dale.
Hice una séptima con un poco más de ayuda.
—Vamos, la última.
Así llegué a la ocho aunque él tuvo que practicamente levantarla solo. De todos modos me sentí bastante bien, nunca había llegado a levantar sesenta kilos.
—Bien, bien —me dijo—. ¿Diez más?
—Uh, boludo, me voy a morir. Perá que me interno en el hospital y cuando salgo lo hablamos —dije yo mientras respiraba por la boca.
Me puse en cuclillas. Sentía que el pecho me iba a explotar de lo duro que lo tenía. Me puso una mano en el hombro y me preguntó si estaba bien.
—Todo lo bien que puede estar alguien que acaba de ser aplastado por una topadora.
—Jajaja, dale que no es tanto.
Cargó diez kilos más y se acomodó debajo. Yo todavía respiraba por la boca. ¡Eran setenta kilos!
—¿Te ayu... do? —dije todavía respirando con dificultad.
—Dale —dijo.
Me puse detrás de la barra y desde ese lugar pude ver su pecho sin problema. Por la remera y lo flaco que era no me había dado cuenta pero tenía un pecho mucho mas grande de lo que yo pensaba. Hizo quince repeticiones y lo ayudé apenas para llegar a las veinte. Ya me empezaba dar cuenta que el pibe era mucho más fuerte que yo y eso me encantaba. Tenía una actitud de macho fuerte que me hacía querer acercarme y tocar su pecho y sus brazos.
—¿Hace mucho que entrenás? —le pregunté.
—Hace cuatro años —me dijo mientras se masajeaba el pecho con una mano.
—Ah, hijo de puta. Yo entreno hace ocho y nunca llegué a levantar tanto.
—¿Cuantos años tenés? —me preguntó.
—Treinta y ocho. ¿Vos?
—Veinte.
—¡Ah, hijo de mil puta! Con razón. ¿Qué comés? ¿Bulones de desayuno?
—Jajaja, siempre me gustó hacer deporte.
—Se nota, hijo de puta, yo a los veinte años me levantaba para ir al colegio y ya me agitaba.
—Vamos, ¿la última? 
—Me querés matar ¿no?
—Dale, te sigo.
Se paró detrás y me tuvo que ayudar para hacer la primera. A la segunda ya me quedé sin fuerzas. Pude ver sus enormes brazos inflarse para levantar la barra practicamente solo.
—Bien, ahi lo quemaste todo —me dijo.
—Boludo, me mataste. Mañana no voy a poder ni mover los brazos.
—Eso significa que entrenaste bien —me dijo mientras cargaba diez kilos más—. ¿Me seguís?
—Dale.
Levantó la barra solo y llegó a las diez repeticiones sin que lo ayudara. Después lo ayudé un poco y llegó hasta quince. Hizo cinco más y para las últimas tuve que hacer un poco más de fuerza, pero no demasiado.
—Ojalá yo hubiera entrenado así a mis veinte años —dije.
—¿No hacías mucho deporte?
—Poco y nada. Me picó el bicho del gimnasio a mis treinta.
—Mejor tarde que nunca —dijo mientras descargaba la barra; después se acercó y dijo—. La clave está en hacer el movimiento lo más largo posible y apretar fuerte el pectoral al final. Mirá —me dijo que apoyara mi mano en su pecho—. Largo, bien largo y al final apretás con todo el pectoral. ¿Ves? ¿Sentís ahí como apreta?
Su pecho era mucho más enorme y duro de lo que había pensado.
Ese día entrenamos juntos e hicimos pecho y triceps. Cuando terminé yo estaba sin aire. Nunca había entrenado tan fuerte. Sentía el pecho todo duro y que apenas podía bajar los brazos. Me sentía gigante (obviamente no lo era y menos al lado de él). El pibe se había inflado mucho más. Cuando terminó sus triceps parecían el doble de tamaño. Podía ver que su pecho y sus brazos se habían inflado hasta marcarse debajo de la remera. 
—Boludo, me mataste —dije.
—Jajaja, estuvo muy bien.
—Nunca entrené tanto en mi puta vida.
—Cuando quieras —me dijo—. Me llamo Nico, ¿vos?
Le dije mi nombre y nos saludamos con un puño.
—Un gusto —me dijo y se alejó caminando con los brazos enormes y marcados de tanto entrenar.
 

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12 hours ago, dangerdanger said:

I

 

Y resultó que un día, después de seis meses de estar en cuarentena por la pandemia, volví al gimnasio. Había estado intentando hacer deporte en casa, pero luego de los primeros meses el encierro me había vencido y había perdido gran parte de lo que había ganado con entrenamiento consistente y buena alimentación.
Acababa de cumplir treinta y ocho años y había decidido que quería volver a estar en forma. Así que me anoté en un gimnasio cerca de casa al que sabía que no iban muchas personas y fui durante el mediodía de lunes a viernes sin faltar un día durante dos meses. Ordené mis comidas como me había enseñado mi nutricionista y después de dos meses de trabajo duro había recuperado la masa muscular que había perdido y bajado un poco la panza. Por esos días creía que estaba en forma, pero eso cambió hasta que conocí a Nico.

Ese lunes, por temas de trabajo, no había podido liberarme para ir al mediodía así que decidí ir a las tres de la tarde. Descubrí dos cosas. A esa hora el gimnasio estaba practicamente vacío. No había ningún entrenador y solo quedaba la chica de recepción que estaba en la planta de abajo, así que se podía decir que tenía todo el gimnasio para mí. Bueno, no todo, porque la segunda cosa que descubrí fue a Nico.

En verdad no era la primera vez que lo había visto. Algún que otro día me había cruzado con él en el gimnasio, pero se notaba que no iba al mismo horario que yo y por eso solo aparecía cada tanto. Lo que también se notaba era que entrenaba duro. No era gigante. A decir verdad era bastante flaco con una cinturita delgada y unas piernas de palo, pero había pegado una buena espalda y en los brazos (a falta de grasa) se notaban unos tremendos triceps que se marcaban con cada esfuerzo que hacía. Siempre llevaba una remera con cuello en V por lo que solo pude ver parte de sus musculosos brazos, pero notaba lo desarrollada que tenía la espalda. Era bastante blanco y tenía el pelo oscuro. No era feo de cara, pero lo que me llamó más la atención fueron sus músculos. Él era un poco mas alto que yo, me debía sacar media cabeza. Lo cual me hacía pensar que debía medir un metro setenta y cinco o algo así.

Las veces que lo había visto me daba cuenta que entrenaba con fuerza, que levantaba pesos más altos que los que yo levantaba y que le gustaba entrenar duro. Lo que no me daba cuenta era si se daba con algo, algún anabólico. Se encontraba en el limite de algo que podría ser conseguido con esfuerzo y dedicacion más buenos genes o algo logrado rapidamente con alguna pastilla.

Esa tarde en que lo vi en el gimnasio lo saludé y descubrí que ambos estabamos entrenando pecho. Él acababa de sentarse y solo estaba calentando, subía y bajaba la barra sin agregar peso.
—¿Te molesta si hacemos una y una? —le pregunté.
—No, dale —me dijo.
Yo calenté como él acababa de hacer.
—¿Con cuanto arrancás? —me preguntó.
—Con cuarenta kilos, ¿vos? —no crean que subía mucho mas que eso, pero un amigo entrenador me había recomendado que luego de calentar no desperdiciara series con mas peso que eso.
—Perfecto —dijo y cargó la barra con veinte de un lado mientras yo hacía lo mismo del otro.
La subió y bajó sin problema unas quince veces y de pronto tuve miedo de hacer el ridículo dado que yo no podía hacer tantas repiticiones ni tan rapido.
—¿Vas solo? —me preguntó.
—Si, gracias —dije un poco nervioso.
Hice mis doce repeticiones y dejé la barra.
—¿Cuanto le subís? —le pregunté.
—Vamos con diez kilos mas.
—Dale —dije y me arrepentí ni bien lo escuché.
Cargamos la barra y él se acóstó.
—¿Te ayudo? —le pregunté.
—No, está bien, gracias.
Esta vez hizo veinte repiticiones sin demasiado esfuerzo. Eran cincuenta kilos.
—Con este peso me vas a tener que ayudar —le dije.
—Dale.
Se puso detrás de la barra y me ayudó a terminar mis diez repeticiones con esfuerzo.
—Bien —dijo—, casi sin ayuda. ¿Vamos con cinco más de cada lado?
Yo todavía no había recuperado el aire.
—Para levantar mas que esto voy a tener que llamar a una grúa.
—No te preocupes, yo te sigo.
—Si vos lo decís.
Cargamos diez kilos más y él acostó debajo de la barra. La levantó e hizo veinte repeticiones sin problema. Ya podía ver sus tremendo triceps abultados del esfuerzo. Cuando se sentó me di cuenta que su pecho se había inflado bastante. Fue mi turno y él se puso detrás de la barra. Me ayudó a levantar y después me dejó ir solo, pero me tuvo que ayudar a la cuarta.
—Vamos, bien —dijo—, una más, dale.
Hice una quinta.
—Una más, vamos, dale, fuerza.
Hice una sexta con algo de ayuda.
—Una más, dale.
Hice una séptima con un poco más de ayuda.
—Vamos, la última.
Así llegué a la ocho aunque él tuvo que practicamente levantarla solo. De todos modos me sentí bastante bien, nunca había llegado a levantar sesenta kilos.
—Bien, bien —me dijo—. ¿Diez más?
—Uh, boludo, me voy a morir. Perá que me interno en el hospital y cuando salgo lo hablamos —dije yo mientras respiraba por la boca.
Me puse en cuclillas. Sentía que el pecho me iba a explotar de lo duro que lo tenía. Me puso una mano en el hombro y me preguntó si estaba bien.
—Todo lo bien que puede estar alguien que acaba de ser aplastado por una topadora.
—Jajaja, dale que no es tanto.
Cargó diez kilos más y se acomodó debajo. Yo todavía respiraba por la boca. ¡Eran setenta kilos!
—¿Te ayu... do? —dije todavía respirando con dificultad.
—Dale —dijo.
Me puse detrás de la barra y desde ese lugar pude ver su pecho sin problema. Por la remera y lo flaco que era no me había dado cuenta pero tenía un pecho mucho mas grande de lo que yo pensaba. Hizo quince repeticiones y lo ayudé apenas para llegar a las veinte. Ya me empezaba dar cuenta que el pibe era mucho más fuerte que yo y eso me encantaba. Tenía una actitud de macho fuerte que me hacía querer acercarme y tocar su pecho y sus brazos.
—¿Hace mucho que entrenás? —le pregunté.
—Hace cuatro años —me dijo mientras se masajeaba el pecho con una mano.
—Ah, hijo de puta. Yo entreno hace ocho y nunca llegué a levantar tanto.
—¿Cuantos años tenés? —me preguntó.
—Treinta y ocho. ¿Vos?
—Veinte.
—¡Ah, hijo de mil puta! Con razón. ¿Qué comés? ¿Bulones de desayuno?
—Jajaja, siempre me gustó hacer deporte.
—Se nota, hijo de puta, yo a los veinte años me levantaba para ir al colegio y ya me agitaba.
—Vamos, ¿la última? 
—Me querés matar ¿no?
—Dale, te sigo.
Se paró detrás y me tuvo que ayudar para hacer la primera. A la segunda ya me quedé sin fuerzas. Pude ver sus enormes brazos inflarse para levantar la barra practicamente solo.
—Bien, ahi lo quemaste todo —me dijo.
—Boludo, me mataste. Mañana no voy a poder ni mover los brazos.
—Eso significa que entrenaste bien —me dijo mientras cargaba diez kilos más—. ¿Me seguís?
—Dale.
Levantó la barra solo y llegó a las diez repeticiones sin que lo ayudara. Después lo ayudé un poco y llegó hasta quince. Hizo cinco más y para las últimas tuve que hacer un poco más de fuerza, pero no demasiado.
—Ojalá yo hubiera entrenado así a mis veinte años —dije.
—¿No hacías mucho deporte?
—Poco y nada. Me picó el bicho del gimnasio a mis treinta.
—Mejor tarde que nunca —dijo mientras descargaba la barra; después se acercó y dijo—. La clave está en hacer el movimiento lo más largo posible y apretar fuerte el pectoral al final. Mirá —me dijo que apoyara mi mano en su pecho—. Largo, bien largo y al final apretás con todo el pectoral. ¿Ves? ¿Sentís ahí como apreta?
Su pecho era mucho más enorme y duro de lo que había pensado.
Ese día entrenamos juntos e hicimos pecho y triceps. Cuando terminé yo estaba sin aire. Nunca había entrenado tan fuerte. Sentía el pecho todo duro y que apenas podía bajar los brazos. Me sentía gigante (obviamente no lo era y menos al lado de él). El pibe se había inflado mucho más. Cuando terminó sus triceps parecían el doble de tamaño. Podía ver que su pecho y sus brazos se habían inflado hasta marcarse debajo de la remera. 
—Boludo, me mataste —dije.
—Jajaja, estuvo muy bien.
—Nunca entrené tanto en mi puta vida.
—Cuando quieras —me dijo—. Me llamo Nico, ¿vos?
Le dije mi nombre y nos saludamos con un puño.
—Un gusto —me dijo y se alejó caminando con los brazos enormes y marcados de tanto entrenar.
 

Sempre quando sai uma história sua e quando eu desejo que meu espanhol fosse melhor lol

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II – Unas nalgadas


Al día siguiente me levanté con todo el pecho adolorido. El menor de los movimientos me hacía quejarme del dolor, pero de todos modos no iba a faltar al gimnasio por nada del mundo.
Llegué a la misma hora que el día anterior y me puse a hacer cinta para calentar un poco el cuerpo. Cuando subí a la parte de máquinas, Nico ya estaba ahí. Esta vez tenía puesta una musculosa que dejaba sus brazos totalmente expuestos. Por poco me dio un infarto de ver el tamaño de sus músculos. Nico no tenía un gramo de grasa, por lo que el menor músculo aparecía aumentado y marcado. Tenía el cuerpo de esos modelos de ropa interior, solo que más marcado.
—No sabés lo que me costó venir hoy —le dije—, me duele hasta el alma.
—Ja, eso significa que entrenaste bien —me dijo y me apretó el hombro.
Pude sentir la fuerza de sus largos dedos con los que parecía estar buscando la resistencia de mi brazo a su presión.
—Hoy me toca espalda y brazos —dije—, ¿vos?
—Lo mismo.
—La puta madre, algo me dice que la voy a pasar para el orto.
Nico se rió.
Arrancamos con dominadas. Yo hice mis diez dominadas sin problema y después fue el turno de Nico. Con una soga se ató un disco de diez kilos a la cintura e hizo sus diez dominadas largas y lentas. Los músculos de su brazo y su espalda se inflaban con cada esfuerzo que hacía. La definición que tenía le daba un aspecto enorme.
—Boludo, ¿cuando eras bebé, tu vieja te daba la teta o comías acero? Sos un sacado.
Nico se rió mientras se sacaba la soga de la cintura.
Después yo hice mis diez dominadas aunque la ultimas dos me costaron bastante.
—Intenta no acortar el movimiento —me dijo Nico y extendió sus enormes brazos hacia arriba para mostrarme el movimiento; pude ver cada músculo de sus brazos contraerse, marcarse y sobresalir—. Hacelo lo mas despacio que puedas y sin acortar el movimiento.
Esta vez ató la soga a una pesa de quince kilos y se colgó de la barra. Lo vi subir y bajar diez veces admirando su espalda cada vez más ancha que se marcaba debajo de la remera.
Cuando fue mi turno él se paró a mi lado y me puso una mano en la panza y otra en la espalda para guiarme. 
—Bien despacio, así, bien —dijo mientras me ayudaba a subir y evitaba que hiciera el movimiento más corto.
Sin embargo, de esa manera solo logré hacer seis. Nico entonces me sostuvo de los pies para quitarme peso.
—Dale, vamos, dos más —dijo—. ¡Vamos! ¡Dale, fuerza! ¡Dale, fuerza! ¡Fuerza! ¡Más fuerza! Así, una mas. Dale.
Cuando hice la decima sentí que me moría.
—Hijo de puta, me querés matar.
—Bien —me dijo apretándome el hombro.
Él se colgó una pesa de veinte kilos y se preparó para colgarse.
—Disculpá que no te ayudo pero necesito cambiarme el alma y vengo —le dije.
Nico se río y se colgó de la barra. Hizo las diez dominadas más lentas, perfectas y controladas que vi en mi vida. Desde sus hombros hasta la base de su espalda pude ver sus músculos tensándose, aumentando de tamaño y contrayendose luego por cada movimiento. Parecía una máquina.
—Boludo, me querés deprimir —le dije.
—Vamos, la última —me dijo Nico y para mi sorpresa me dio una cachetada en la cola.
Decidí tomarlo como algo normal, aunque no pude evitar sentir unas cosquillas en la entrepierna.
Me colgué e hice dos dominadas antes de que me quedara sin fuerza. Nico vino y puso una mano debajo de mis piernas y otra en mi panza. Me sentía sostenido por sus enormes brazos musculoso.
—Vamos, yo te acompaño.
Subí y bajé bien lento aunque tenía la sensación de que en verdad era él con sus brazos de macho que me estaba subiendo y bajando. Me sentía uno de esos niños a los que los padres tiran hacia arriba. Solo que Nico lo hacía en cámara lenta. Sus brazos parecían haber crecido al doble de tamaño. Me moría de ganas de tocarlos y ver lo fuerte que estaban.
Me solté de la barra y de lo cansado que estaba casi me caí. Nico me sostuvo y sin querer fui a dar contra su pecho. Su duro y enorme pecho. Todo su cuerpo parecía estar hecho de un material caliente y sólido.
—Bien —me dijo mientras me daba una palmada en la espalda.
Yo me acosté en el piso y desde ahí lo vi hacer sus últimas diez dominadas con la pesa de veinte kilos. Fueron las dominadas más increibles que vi en mi vida. Toda su espalda ensanchándose e inflándose para levantar ese peso, sus brazos enormes con esos biceps como montañas y sus hombros todos tensados. Parecía estar creciendo con cada movimiento que hacía.
Después pasamos hacer polea alta. Nico levantaba el doble que yo y lo hacía con tranquilidad sin acortar el movimiento y siempre con absoluto control. La fuerza de ese pibe me volvía loco.
—Recordá hacerlo bien lento —me dijo y mientras cerraba los puños para mostrarme.
Flexionó los brazos y sus biceps explotaron enormes, lo mismo que su pecho.
—Tenés que controlar todos los musculos concentrándote en los que querés trabajar. ¿Ves como se me marcan los biceps? Mirá mi espalda —me me puse detrás y vi toda su enorme espalda llena de músculos—. Apoyá una mano —dijo y puse mi mano sobre su espalda.
Era dura y estaba llena de musculos que se inflaban al menor movimiento.
—¿Ves como se tensan los músculos cuando tiro hacia atrás? Así tenés que controlar el movimiento —dijo y se dio vuelta para ponerme una mano en la espalda y con la otra manejó mis brazos para imitar el movimiento de la polea—. Tensioná cuando vas hacia atrás, bien despacio.
Estaba tan cerca que sentía su respiración sobre mi cara. Me sacaba media cabeza y lo único que podía pensar era acercarme y darle un beso mientras le tocaba todos los músculos.
—Intentalo vos —me dijo e hice otra serie—. Mucho mejor.
Cuando terminé de nuevo me pegó una nalgada en la cola.
—Bien. Cuando hacés el movimiento controlado el músculo trabaja mucho más —dijo mientras me mostraba como flexionaba su brazo.
Su bicep enorme fue creciendo hasta tener el tamaño de una pelota de tenis.
Despues de la polea hicimos peso muerto donde Nico levantó más de cien kilos. Cuando terminamos yo estaba muerto, pero él parecía haber crecido de tamaño. Todos sus musculos brillaban de transpiración y se marcaban perfectos y duros. Cuando se levantó la remera para secarse la cara pude ver sus increibles abdominales todos marcados. Nico no tenía un gramo de grasa.
—Boludo, sos un sacado. ¿Con qué te das? ¿Tomás anabólicos o algo así? ¡Mirá la espalda que tenés! Pareces un continente entero
—No, no tomo nada —dijo con una sonrisa; me daba cuenta le gustaban los halagos.
Se notaba que era de esos flacos musculosos a los que les gustan que le miren el pecho enorme y los brazos abultados y que les digan '¡Chabon, sos un toro, mirá el lomo que tenés!'
Después de eso pasamos a biceps. Cargué la barra con siete kilos y medio de cada lado e hice diez repeticiones. Nico le agregó diez kilos a cada lado y la levantó como si no pesara nada.
—¡Pará Superman! ¡Te hacías el Clark Kent pero ahora se te salieron los anteojos!
Sus brazos después de eso parecían haberse inflado como globos.
—Boludo, mirá como tenés los brazos. Sos un animal. A ver, flexioná —le dije.
Levantó el brazo mientras miraba su enorme bicep crecer como una montaña. Yo aproveché y lo apreté con fuerza. Era una piedra. Pude ver la cara de exitación de él cuando apreté su brazo.
—¡Sacado!
Agitó los brazos y todos sus musculos se movieron.
En la última serie él agregó cinco kilos hasta llegar a cuarenta kilos en total. Respiró profundo, estiró los brazos, los flexionó haciendolos crecer y luego se agachó. Hizo las diez repeticiones y cuando dejó la barra pude sus biceps enormes y tensionados. Pegó un grito como lo haría un gorila y levantó los brazos flexionando ambos frente al espejo.
—Boludo, estás enorme —dije yó parándome a su lado; Nico parecía haber aumentado de tamaño.
Yo me sentía mucho mas chico junto a él.
—Me siento re duro. Mirame el brazo —dijo mientras lo flexionaba cerca de mi cara—. No sabés lo duro que está.
Después de eso pasamos por el baño. Yo aproveché para mear y cuando me di vuelta lo vi sacarse la remera. Su cuerpo era mucho mas impresionante de lo que había imaginado. Sobre su cintura cubierta abdominales sobresalían dos enormes pectorales anchos y marcados casi tocándose uno contra el otro. De ahí brotaban sus hombros llenos de tendones, redondos y duros como piedras y se convertían en dos brazos engordados de biceps furiosos. Nico se miró al espejo y levantó los brazos para flexionar sus biceps.
—Boludo, nunca en mi puta vida tuve una panza como esa —dije yo y me levanté la remera.
Mi pancita invencible estaba ahí; no era enorme pero cubría toda posibilidad de abdominales.
Nico se acercó y me pellizó la panza. Tenía sus enormes y poderosos pectorales a centímetros de mi boca. Lo único que podía pensar era en lamerlos todos, lamer su increible fuerza y sentir lo duros y enormes que eran.
—No tenés tanta panza —me dijo Nico—, con un poco de dieta te la sacás de encima.
Después, sin decir, nada me sacó la remera sumamente despacio. Pude sentir sus manos tocándome todo el cuerpo. Cuando me quitó la remera me sentí un chico de quince años frente a un macho enorme grande y musculoso. Excepto por el hecho de que yo tenía casi el doble de edad que Nico. Pero esa era la imagen: él tenía una espalda mucho más ancha que yo lo cual le daba un aspecto enorme a mi lado. Sin nombrar la increible definición de sus músculos que lo hacían parecer todavía más grande y mucho más fuerte.
Y de pronto tuve un ataque de timidez, sentí que Nico se iba a dar cuenta que no solo me moría por tocar sus músculos sino que además me gustaba.
Me gustaba en serio.
En ese momento entró uno de los entrenadores que trabajaba del gimnasio y Nico lo fue a abrazar así sin remera y todo transpirado. Al entrenador no le importó. Yo me puse la remera.
—¿Que hacés, guacho? —le dijo el entrenador—. Estás groso, eh. Mirá la espalda que pegaste.
Lo hizo girar mientras lo tocaba. Pero al hacerlo no parecía nada sexual, eran simplemente dos hombres mirando los músculos de uno de ellos.
—Te hice caso —le dijo Nico.
—Así me gusta, pegaste tremendo pecho. Bien ancho y definido. A ver, extendé los brazos. Espectacular, ¿cuanto pesás?
—Ochenta y cinco kilos.
—Bien, eso quiere decir que te quedan facil cinco kilos para ganar. Lo bueno es que con el pecho del tamaño que lo tenés todavía puede crecer más —dijo y apoyó ambas manos en uno de sus pectorales—. ¿Ves esta forma? Esto quiere decir que todavía tenés espacio para que crezca en profundidad. El ancho ya lo tenés. Flexioná el brazo. Bien. Altos tubos. ¿Cuánto estás levantando?
—Cuarenta kilos mas la barra.
—Estás comiendo bien me imagino.
—Mi viejo me dijo que si no me busco un trabajo lo voy a fundir.
—Me imagino, debés comer como dos personas.
—Si, estoy comiendo más que mis viejos juntos.
—Es la única forma de crecer —le dijo el entrenador y le dio una cachetada en el culo.
Nico se la dio de regreso y le preguntó:
—¿Y vos como andás con esa mina que te vi el otro día?
—¿La rubia?
—Sí, tremendas tetas —decía Nico usando sus manos para dibujar dos melones enormes frente a sus propios melones musculosos—. Para comérselas toda.
—Si, no sabés lo que es, me tiene loco.
En ese momento me despedí con un suave chau y me fui a casa.
 

  

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5 hours ago, dangerdanger said:

—¿Y vos como andás con esa mina que te vi el otro día?
—¿La rubia?
—Sí, tremendas tetas —decía Nico usando sus manos para dibujar dos melones enormes frente a sus propios melones musculosos—. Para comérselas toda.
—Si, no sabés lo que es, me tiene loco.

Oye pero que bajon para nuestro pota pero eso no significa que sus fantacias con Nico vayan a acabar.

Ya quiero leer lo q viene.

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