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Sentí lo fuerte que estoy


dangerdanger

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I

Conocí a mi handyman un día que estaba tomando un café. Me senté junto a la ventana y vi llegar un camión enorme. El brazo del conductor asomaba afuera y el brazo mas enorme que hubiera visto en mi vida. Con unos músculos gigantes, unos hombros redondos y fuertes llenos de tendones. El tamaño de ese brazo y la definición de esos músculos me hicieron pensar en un hombre enorme, pero nada comparado con lo que vi después. Era un mastodonte de músculos, tenía una espalda del tamaño de una puerta y detrás de su cuello se abultaban unos dorsales tan anchos que hacían pensar en alas. Llevaba una remera suelta y gastada que con el viento mostraba el cuerpo increible que había debajo. Parecía tener mi edad, quizás un poco menos, pero debía estar alrededor de los treinta años. Al lado del resto de los hombres parecía un monstruo gigante, su pecho era tan grande que estiraba la tela. Llevaba un jean roto y gastado que marcaba sus piernas gigantes. Todo en su cuerpo emanaba una fuerza descomunal. No pude quitarle la vista de encima, cada movimiento que hacía era una maravilla musculosa. Del camión bajó unas cajas que nadie más podía bajar. Eran enormes y pesadas, pero él las movía como si no pesara nada. Al final todos lo aplaudieron, le hacían chistes por el tamaño descomunal de su cuerpo. Esto a él le causó gracia y antes de irse levantó los brazos y flexionó ambos biceps para que admiraran el tamaño de su cuerpo. Era una cosa increible.

Ni bien se fue, pagué y crucé la calle. Me acerqué a los hombres sin decir nada y me quedé viendo mi celular. Escuché que hablaban de Fabricio. Ese era su nombre. Al parecer además de trabajar como transportista, también era electricista.
—¿Electricista? —pregunté—. ¡Necesito un electricista!
Así fue como conseguí su número.

El día que vino a casa hacía más de treinta grados. Tanto afuera como adentro hacía un calor infernal. Yo me había pedido el día en el trabajo dado que él solo tenía disponible el mediodía. Cuando tocó el timbre corrí a abrir. La sombra que proyectaba su gigantesco cuerpo me hizo pensar en un eclipse. Era mucho más grande de lo que recordaba, tanto que tuve miedo. Me sacaba más de dos cabezas y tuvo que agacharse para pasar por la puerta.
Cuando nos dimos la mano fue como si un gigante tomara la mano de un bebé. Su antebrazo era mas grande que mis piernas y encima de eso asomaban unos tubos tan enormes que tuve que respirar por la boca para que me llegara el oxígeno a la cabeza.
Fabricio se enderezó y golpeó techo con la cabeza.
—Perdón —dijo.
—No pasa nada —le respondí—, no es una casa para alguien tan alto como vos.
Pero en verdad hubiera querido decir: para alguien tan enorme como vos.
—Me pasa seguido —dijo agachándose un poco lo cual le daba un aspecto todavía mas grande por alguna extraña razón.
Le comenté mi problema. Necesitaba cambiar toda la instalación de luz, los cables eran demasiado finitos para soportar toda la tensión eléctrica. Le mostré la casa y me dijo un número. No era caro, incluso me pareció bastante barato. Le dije que si y le pregunté cuando podía empezar, me dijo que si lo esperaba podía ir a comprar las cosas en ese momento y le dije que si.
Cuando volvió estaba todo transpirado de solo caminar bajo el sol. La remera se le pegaba a sus increibles músculos. Se puso a trabajar de inmediato y dado que era el mediodía no se me ocurrió mejor idea que ofrecerle algo de comer. Traje dos sanguches enormes y le di uno. Me senté a mirar como ese cuerpo inmenso y musculoso trabajaba en mi casa.
—¿Es suficiente para vos? —le pregunté—. Digo, sos muy grande, si querés mas comida tengo.
Terminó de comer el sanguche y se limpió la boca con la remera. Cuando la levantó puede ver la escultura de músculos que escondía debajo. Nunca había visto un hombre así, parecía tallado en piedra.
—Gracias, pero con esto tiro. Además es mi segundo almuerzo, todavía me falta uno más.
—¿Tres almuerzos?
—Hay que alimentar este cuerpo —dijo y flexionó su brazo.
Por poco me morí ahi mismo. El tamaño de sus músculos era irreal, lo mismo que su definición.
—Wow —dije haciéndome el boludo—, ¿entrenás mucho?
—No —dijo para mi sorpresa—, siempre fui musculoso. De chiquito, a los doce ya tenía bastantes músculos y ya era el hombre más fuerte del barrio. Después solo fui creciendo y mis músculos crecieron mas y mas. Y ahora soy asi. Los médicos decían que solo era muy musculoso y nada más.
—Y tienen razón —dije mirándolo de arriba a abajo— ¿Pero no vas al gimnasio ni nada de eso?
—Voy, pero de vez en cuando. A veces tengo ganas de hacer fuerza y voy. Cuando tenés músculos tan grandes como yo te dan ganas a veces de ver cuan fuerte sos —dijo y flexionó ambos brazos.
—Y me imagino que sos muy fuerte.
—No te das una idea —dijo con una sonrisa—. Debo ser entre 10 y 20 veces mas fuerte que cualquier otro hombre. Mirá el tamaño de mis brazos —dijo y los flexionó mientras se los miraba—. ¿Alguna vez viste unos brazos como estos?
—Sos enorme.
—Y eso porque no viste mi pecho —dijo y con un movimiento lento se sacó la remera.
Fue el movimiento más impresionante que vi en mi vida. Por suerte tenía una mesa que me protegía de que él viera mi erección.
—Con el tiempo lo que más me creció fue el pecho. Cada vez lo tenía más y mas grande, hasta que me fue dificil encontrar remeras. ¿Alguna vez viste a un hombre con un pecho tan grande?
—Wow.
—Jaja, si, tengo los musculos muy grandes.
Flexionó todo su cuerpo y pude ver como cada parte se inflaba dándole un aspecto todavía más grande.
—Y eso que no me viste después de entrenar. Cuando voy al gimnasio termino gigante, cada músculo se vuelve el doble de grande.
Después siguió trabajando mientras yo miraba su espalda gigantesca trabajar y moverse en mi casa. Sus brazos eran irreales, montañas de músculos que se inflaban con cada movimiento.
—Lo mejor es para conseguir minas —continuó—, a las minas les encantan los hombres musculosos. Se vuelven locas. Cuando voy a los boliches no tengo que hacer nada, se me acercan solas y me empiezan a tocar todos los músculos a pedirme que flexione los brazos. La ultima vez que fui me llevé cuatro minas a mi casa. Fue una fiesta.
—Wow...
—Si, además no solo tengo los músculos enormes —dijo y me guiñó un ojo.
Siguió trabajando mientras yo hacía un esfuerzo por pensar que preguntar.
—Lo único que no me gusta de ser tan enorme es cuando se te ponen a mirar esos viejos verdes. ¿Viste esos flacuchos que se calientan con tu cuerpo? Me miran el lomo que tengo y empiezan a pajearse mirando mi pecho y mis brazos. No tengo la culpa de ser tan enorme y fuerte. Y esos putos pajeros te miran como si imaginaran garchando con ellos. Me pasa todo el tiempo. Ademas son unos enanos a los que podría matar con solo apretarles el cuello. Lo que mas les calienta es mi pecho —dijo mientras se tocaba uno de los gigantezcos pectorales—. Me ven el pecho enorme y duro y se empiezan a pajear.
—Lo decís como si no te gustara ser musculoso.
—¡Me encanta! —dijo y se dio vuelta para que pudiera ver su torso gigantesco—. Es genial ser así de enorme y tener estos músculos. Mirá esto, mirá el tamaño que tengo. ¿Alguna vez viste a alguien con un pecho tan grande? Las minas se vuelven locas. Se les moja toda la concha de solo verme las tetas. Además no vas a conocer a nadie tan fuerte como yo, soy mas fuerte que un toro. Mirame los brazos. Apuesto a que nunca viste a alguien con brazos asi. Mirá veni —dijo pero acercó él; era una torre gigante encima mío—. Apretame los brazos. Con ambas manos. Dale, apretá con fuerza. Mirá el tamaño de tus manos y de mi brazo. No llegás ni a tocarte los dedos. Apretá con fuerza. No podés ni apretar. ¿Sentís la fuerza que tengo? Y eso es solo mi brazo. Imaginate mis pectorales. Me encanta ser tan enorme y fuerte. Nadie se compara al tamaño que tengo. Soy un super hombre y estoy super fuerte. Las minas dicen que estoy todo tallado. Ja, y tienen razón. Mirá el lomo que tengo. Y eso que no viste mis piernas —dijo y se bajó los pantalones. Debajo asomaron las piernas mas enormes que hubiera visto en mi vida, llenas de musculos, redondas y cada una mas grande que mis dos piernas juntas. Debajo de su calzón descansaba una anaconda—. Mirá las piernas que tengo. Son dos bestias. Y la fuerza que tengo ahi es irreal. Puedo levantar lo que sea. Uf, estoy re fuerte. Boludo, mirá el tamaño de estos musculos. Esto es un hombre en serio. Soy una bestia. Necesito algo para hacer fuerza —dijo mientras flexionaba los brazos—. ¿Tenés algo pesado? 
Hace algunos días me habían traido el nuevo lavarropas. Y no había tenido tiempo de instalarlo. Ahí estaba, todavía vuelto. Pesaba más de ochenta kilos.
—Veni que te muestro lo fuerte que estoy —y dijo así, lo fuerte que estoy.
Levantó el lavarropas y empezó a hacer biceps. Sus brazos se inflaron hasta duplicarse en tamaño, pero de todos modos no parecía estar haciendo un verdadero esfuerzo. Perdí la cuenta después de que hizo mas de treinta y siguió y siguió mientras su cuerpo se inflaba y se inflaba. Estaba cada vez más grande.
—Mirá el tamaño de estos músculos. Apuesto a que nunca viste un hombre tan musculoso. Soy una bestia.
Después se acostó en el suelo y empezó a levantar el lavarropas haciendo pecho. Sus pectorales se inflaron hasta convertirse en dos sandías gigantes. Apoyó el lavarropas y levantó los brazos flexionando los gigantescos biceps que tenía.
—Mirá este cuerpo. Mirá el pecho que tengo. Estoy re duro. Mirá el tamaño de mis músculos —dijo y se acercó para flexionar su brazo cerca de mi cara—. Mi brazo es mas grande que tu cabeza. Mirá lo grande que soy. Dale, tocá. Sentí lo fuerte que estoy.
Así fue como conocí a mi Handyman.

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  • 3 months later...

II

 

A los pocos días volví a llamar a Fabricio. Necesitaba que hiciera varias cosas, más alla de que quería ver pasear su gigantezca musculatura por mi casa. Era un día de muchísimo calor. Ni bien llegó, incluso antes de entrar a mi casa, se sacó la remera y se limpió la frente. Todos sus músculos brillaron bajo el sol enormes y duros como piedras. Su pecho parecía más ancho que el día anterior.
—Hace calor, ¿eh? —dije.
—Estoy todo transpirado —dijo y se miró el cuerpo—. Mirá esto, parezco esos chabones que se ponen aceite para que le brillen los músculos.
Y los músculos sí que le brillaban.
Necesitaba que instalase el lavarropas y revisara el termontanque. Ni bien entró pude ver algo que no había notado la vez anterior. Sus piernas. Sus gigantezcas, peludas y musculosas piernas. Eran dos troncos fuertes y enormes que apretaban la tela del pantalón corto que parecía estar haciendo un esfuerzo por no romperse a la mitad. Su culo duro y enorme asomaba como dos melones y delante descansaba una anaconda que más de una vez Fabricio se acomodó para que no le molestara.
Instalar el lavarropas no fue un problema para él. Lo levantó con una mano y sosteniéndolo sobre su hombro, acercándose hasta que estuvo bien cerca y mirándome desde su gigantezca altura por sobre sus enormes pectoraes me dijo:
—¿Donde lo pongo?
Para él era como mover una caja vacía. Su cuerpo simplemente era demasiado fuerte. Mientras trabajaba instalando el lavarropas puede ver su culo perfecto y redondo coronando esas piernas tan enormes parecían jamones, patas de caballo. Eran enormes. Sus musculos sobresalían como cuerdas y todo debajo de unos pelos que le daban un aspecto tan fuerte y tan masculino que solo imaginaba lo que sería tocarlas, apretarlas bien fuerte para sentir lo duras que eran.
Mientras instalaba el lavarropas me contó de su noche anterior. Había llevado tres minas a su casa y habían estado cojiendo toda la madrugada.
—No sabés como estaban esas putas. No podían dejar de lamerme el pecho y la pija. Estaban locas por mi cuerpo. Una grabó unos videos —dijo y me pasó su celular.
Apreté play y por poco me quedé mudo. En el video Fabricio estaba totalmente desnudo con todo su cuerpo brillando y una pija gigantezca parada y dura goteando semen. Sostenía a una mina a la que apoyó sobre la cabeza gigante de su pija y la fue penetrando despacio mientras ella gritaba de dolor y placer y él se reía. Yo nunca había visto una pija tan grande en mi vida. No pude evitar decir:
Chabón, tenés la pija gigante.
—Jaja, sí, la tengo bastante grande —dijo mientras se la acomodaba en el pantaloncito—. No sabés como estaban esas minas, estaban re calientes con mi cuerpo.
Mientras él instalaba el lavarropas, yo miraba el video una y otra vez. Los gritos de las minas que ese gigante lleno de musculos se cojían resonaban en el silencio.
—Dejá de ver eso que me estoy calentando —dijo Fabricio y se rió acomodándose la pija que empezaba a estirar el pantalón que apenas podía con sus músculos.
Se puso de pie y se limpió la transpiración de la frente. Todo su cuerpo brillaba y su pija se apretaba contra la tela.
—No puedo creer que tengas la pija tan grande —dije todavía sin poder apartar la mirada del video.
—Te muestro —dijo y me sacó el celular.
Puso el audio bien fuerte y los gritos de las minas rebotaron contra las ventanas. Se bajó el pantalón y quedó desnudo. Su pija era todavía más grande de lo que parecía. Era una anaconda más grande y gruesa que mi pierna. Era simplemente irreal. Empezó a masturbarse con ambas manos, excitado por los gritos de las minas.
—Siempre estuve muy dotado, pero cuando mis músculos empezaron a crecer mi pija se volvió gigante.
—Es enorme...
—Ja, ¿impresionado? ¿Y que querías? Mirá el lomazo que tengo. ¿Que clase de pija imaginabas con estos músculos? —dijo y flexionó un brazo enorme y musculoso mientras con la otra mano se tocaba toda la pija—. Creo que estoy un poco grande —dijo y se rió y después empezó a tocarse el pecho peludo y musculoso—. En el último tiempo estuve creciendo un montón y mis músculos se inflaron todos.
—Boludo, sos una bestia.
—Te dije que estaba enorme. Vení más cerca —dijo pero fue él quien se acercó dando unos pasos enormes. 
Yo estaba sentado y él se detuvo junto a mí. Con sus piernas como dos columnas a cada lado y sobre mi cabeza su gigantezca pija. Mirándome desde arriba de su montañoso cuerpo lleno de músculos me dijo.
—Imaginate que fueses una mina y se te para a lado un hombre enorme como yo todo musculoso y gigante. Boludo, se te mojaría toda la concha de verme desnudo. A las minas les encanta que sea tan fuerte y tan grande. Lo unico que quieren es que las levante con mi pija y las viole.
—¿Podés levantarlas con tu pija?
—¿Me estás jodiendo, chabon? Mirá lo grande que estoy, mirá el tamaño de esta pija. Te puedo levantar a vos si quiero y no me costaría nada. Boludo, soy demasiado hombre.
Después flexionó su pecho gigante que se infló sobre mi cabeza.
—Vení que te muestro toda la leche que tengo.
Lo seguí al baño. Me hizo pasar primero y se paró detrás mio apretándome contra la beñera. Podía sentir sus dos piernas peludas apretándome a ambos lados del cuerpo. Sobre mi cabeza estaba su gigantezca pija.
—Ahí tenés primera fila para ver como acabo. Vas a ver lo que es un verdadero hombre acabando —dijo y tiró la cabeza hacia atrás mientras se masturbaba con ambas manos—. Boludo, no sabés lo que es ser tan musculoso. Estoy todo duro todo el tiempo. Me la paso haciendo fuerza para ver el tamaño descomunal de mi cuerpo. Y estoy todo el día caliente. Tengo la pija gigante todo el dia parada. Cuando garcho es un espectáculo. Soy un macho enorme y las minas enloquecen cuando tocan mis musculos de hombre gigantes. Mirá para arriba enano, mirá lo musculoso que soy. Apuesto a que nunca viste un hombre con estos músculos.
Y sin más acabo un mar de leche que llenó mi bañera. Ni bien terminó se limpió la pija con una toalla y viendo el desastre que había hecho dije:
—Wow.
—Te dije que tengo mucha leche —dijo él y me guiñó un ojo—. Soy muy hombre.

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  • 3 years later...

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